“El gobierno y el pueblo”, por David Rabinovich

En 1983 Raúl Alfonsín asumía la presidencia en Argentina y cerraba su discurso ante el Congreso con estas palabras: “Vamos a vivir en libertad. De eso, no quepa duda. Como tampoco debe caber duda de que esa libertad va a servir para construir, para crear, para producir, para trabajar, para reclamar justicia —toda la justicia, la de las leyes comunes y la de las leyes sociales —, para sostener ideas, para organizarse en defensa de los intereses y los derechos legítimos del pueblo todo y de cada sector en particular. En suma, para vivir mejor; porque, como dijimos muchas veces desde la tribuna política, los argentinos hemos aprendido, a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes, que la democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”.

Los socialdemócratas, los progresistas de la más variada prosapia, seguramente comparten los propósitos que animaban aquellas palabras de Alfonsín. Los conservadores, aunque con discursos más o menos populistas, se oponen a que todos/as tengan acceso –sólo porque ello sea un derecho- a los beneficios que la vida moderna ofrece y podría asegurar de forma universal. Con el capitalismo no todos comen, aunque la comida se tira; ni se cura, porque la medicina se vende y tampoco se educa porque la educación se privatiza para que sea también un negocio. Rentable.
El mundo “libre” es hoy un inmenso mercado ‘ancho y ajeno’ para miles de millones de desheredados en la tierra. En el otro extremo de la pirámide social está la cúpula selecta, los ultra ricos. Algunos tienen miles de millones, otros cientos o decenas y más abajo una más o menos extensa clase media: emprendedora, meritocrática, tecnocrática; sustento ideológico y base social del sistema.
Las sociedades modernas están ‘hiper’ segmentadas; no basta distinguir entre el norte desarrollado y el sur pobre. El mundo es muy complejo, desigual, injusto. Interdependiente. Aunque ‘el sur también existe’ claro. También el mosaico cultural es más colorido de lo que nos muestran. Más allá del mundo ‘occidental y cristiano’ hay otras creencias y otras conciencias.
Las libertades y los derechos, así como los beneficios del progreso científico-técnico o los llamados bienes culturales, devienen privilegios de sectores minoritarios y gana el alma de extensas capas el afán no de ‘vivir bien’ sino de vivir mejor… Mejor que el vecino al que se considera una competencia porque los bienes son escasos. (Aunque la mentada escasez sea más un manejo de los mercados que un dato de la realidad).
La sociedad, organizada en estados, con gobiernos definidos de formas más o menos ‘democráticas’, debería proteger nuestros derechos; entre ellos, nuestra libertad.
Cuando hablo de la libertad no me refiero, por cierto, a los ‘paraísos fiscales’, donde se van a vivir y reproducir los grandes capitales. Esos territorios pequeños y con poco habitantes –humanos -, tienen registradas miles de empresas. Así, Islas Vírgenes Británicas, con 30.000 habitantes y 153 kilómetros cuadrados tenía, en 2013, un millón de empresas inscritas. Islas Caimán, con 264 kilómetros cuadrados y 70 mil habitantes, en el mismo año, 80 mil empresas registradas con cerca de dos billones de depósitos. En un solo edificio del Estado de Delaware están registradas 217 mil empresas, lo que lo hace el “edificio más grande del mundo”.1
Los paraísos fiscales existen y resisten bien la muy mala prensa que tienen. Es oportuno recordar que cuando los poderosos quieren intervenir en los asuntos internos de otros países no dudan en hacerlo de la forma que les parezca conveniente. ¿Es necesario poner ejemplos? Hace medio siglo cuando Henry Kissinger, luego del triunfo de Allende, manifestó que «no veo por qué tenemos que permitir que un país se haga comunista tan sólo porque su pueblo sea irresponsable». Una maravillosa definición de democracia.
Es sabido que las libertades y la democracia son el desvelo de un montón de líderes. La libertad responsable ¡claro! Esa que es, como la democracia representativa, de los malla oro…Olivia Rodrigo, que a los 18 años ya era una estrella pop, cantaba: “Estoy tan cansada que podría dejar mi trabajo, comenzar una nueva vida, y todos estarían decepcionados porque: ¿Quién soy yo si no me explotan?”.
¿Qué es la libertad de expresión? Para el sistema otra consigna vacía. ¿Quiénes son los titulares de la libertad de expresión? Los dueños de los grandes medios masivos dominantes. ¿Qué relación existe entre la libertad de expresión, el derecho a estar bien informado y la democracia? La construcción de democracias auténticas y legítimas supone que la libertad de expresión sea un derecho humano universal, pero: ¿Cómo asegurar también a los mentirosos contumaces ese derecho sin afectar el de estar bien informado que tenemos todos? Las verdades alternativas de los Trump y los Bolsonaro son un veneno para las democracias, pero ¿cómo se ejerce un control democrático sobre las fake news sin dañar la libertad de opinar diferente?
En definitiva la justicia, la igualdad, la solidaridad también cotizan en bolsa, pero a la baja.

1 https://rebelion.org/wp-content/uploads/2021/11/VOTA-BIEN-Y-ROBA-BIEN.pdf