
La Junta Nacional de Drogas trabaja en el funcionamiento de dispositivos móviles multidisciplinarios para atender a los usuarios crónicos de pasta base. La medida se implementará aun cuando el consumo de este tipo de cocaína fumable está en descenso desde 2008, según dos investigaciones presentadas por el Observatorio Uruguayo de Drogas, cuyos insumos serán utilizados para futuras políticas de tratamiento.
La presentación del libro “Fisuras. Dos estudios sobre pasta base de cocaína en Uruguay” fue realizada el pasado jueves en la Universidad de la República con la presencia de los subsecretarios del Interior y Educación y Cultura, Jorge Vázquez y Oscar Gómez, el secretario general de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, la decana de Facultad de Ciencias Sociales, Susana Mallo, el coordinador del Observatorio Uruguayo de Drogas, Héctor Suárez, y el antropólogo responsable de la investigación por la Facultad de Humanidades, Marcelo Rosall.
El documento incluye dos investigaciones realizadas por el Observatorio Uruguayo de Drogas, uno de ellos en conjunto con la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República, que abordan el uso de pasta base en Uruguay desde una perspectiva en la que confluye un estudio cuantitativo con uno de impronta antropológica.
El trabajo profundiza sobre el fenómeno de la pasta base, pero fundamentalmente trata aspectos relacionados con el perfil del usuario y los requerimientos de asistencia.
“Eso es falso”
El coordinador del Observatorio Uruguayo de Drogas, Héctor Suárez, sostuvo que en primer término, el trabajo termina con algunos mitos como que el usuario de pasta base no demanda tratamiento. “Eso es falso, es el usuario que más demanda tratamiento; el 40 % alguna vez solicitó tratamiento, ya sea en dispositivo específico o en otros lugares como iglesias, lo que es un porcentaje muy superior a cualquier otra droga”, recalcó.
Según Suárez, es necesario generar dispositivos territoriales y llevar la atención a los usuarios en diferentes localidades con equipos multidisciplinarios. En ese sentido, destacó el trabajo del proyecto Aleros de la Intendencia de Montevideo y el abordaje realizado en algunas policlínicas barriales.
Adelantó que se están generando otros dispositivos móviles para aproximarse en primera instancia a estos usuarios, acompañarlos y esperar el momento en que ellos puedan sostener un tratamiento.
El proyecto de dispositivos móviles es abordado desde la Junta Nacional de Drogas. “El armado de estos dispositivos seguramente tomará insumos de estas investigaciones para el diseño de una intervención eficaz”, acotó.
Para el secretario general de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, el problema de las drogas tiene aspectos sociales, económicos, geopolíticos y de convivencia y, por lo tanto, el análisis debe realizarse desde diferentes miradas incorporando diversos elementos.
“Atrás del uso de las cocaínas fumables hay un hecho económico, hay un hecho geopolítico innegable, el fenómeno de la crisis del 2002 cuando ingresa fuertemente esta droga en sectores populares”, recordó. “Creo que este trabajo es un aporte sustancial sobre el conjunto de aspectos que hacen a este fenómeno que desde el punto de vista numérico está estancado y en una meseta descendente desde 2008 en adelante”, añadió.
Investigación
El universo de estudio de ambas publicaciones estuvo conformado por personas de entre 18 y 64 años residentes en Montevideo y área metropolitana que hubiera usado pasta base o algún derivado de la hoja de coca al menos 25 días en los seis meses previos al estudio. A partir de las entrevistas, los expertos concluyeron en que un acceso temprano a esta droga es un indicador fehaciente de la vulnerabilidad de la familia de origen.
Entre los usuarios encuestados se detectó un 6,5 % de prevalencia de HIV; más del 60% tiene un nivel mínimo de educación formal; uno de cada tres vive en la calle. La gran mayoría no tiene una fuente formal de ingresos y uno de cada cuatro cometen delitos para conseguir el sustento propio o de su familia.
Según las conclusiones de los expertos, se instala el no-hacer, el no-trabajo, lo intolerable del no-lugar, y, finalmente, la violencia ante tanta violencia sistémica. Hay una excepción a tanta restricción: las drogas, la pasta base. El último golpe: la violencia ante sí mismos.
Vulnerabilidad, exclusión, cuando no expulsión, la ruta de deterioro signada por el uso problemático de drogas, deja para muchos solo la calle como ilusión de espacio-lugar. Según los expertos, existe un discurso social que asocia consumo de pasta base con delito pero, aseguran, no existe tal relación; la mayor parte de los consumidores no los cometen. No obstante, sí señalan que el consumo abusivo de pasta base aumenta la vulnerabilidad de sus consumidores y el riesgo de la comisión de delitos o de ser “embagayados”, puesto que están insertos en redes de intercambio de drogas ilícitas.