
“Está bien”, exclamó la madre de Lorenzo Fernández Echeverría, el niño argentino de dos años que sobrevivió a una caída de un décimo piso registrada a media tarde del pasado viernes en el edificio “Acuario” de Punta del Este.
El breve encuentro de la madre con Correo de Punta del Este, ocurrió poco después del mediodía del sábado en el hall central del Sanatorio Cantegril. La mujer acababa de explicar a un grupo de familiares y amigos las novedades del estado de salud del pequeño Lorenzo.
“Discúlpeme, pero no voy a hacer declaraciones. Compréndame”, sostuvo la madre al retirarse del lugar junto a sus acompañantes.
Lorenzo se encuentra internado en estado de observación en el CTI del nosocomio. De entrada se le practicó una tomografía computada además de múltiples análisis para tratar de establecer qué tipo de lesión podría presentar como producto de la caída. “Es un milagro que esté vivo”, dijo uno de los médicos del sanatorio.
Fuentes consultadas sobre el tema adelantaron que el niño debía permanecer durante varios días internado en el CTI.
“El niño está bien. Mira televisión y se comporta como todo chico de dos años. Inquieto y movedizo porque está encerrado. De todas formas va a permanecer durante varios días. Todo depende de la evolución del hematoma registrado en su bazo y si, además, no hay una complicación neurológica. Demora varios días establecer si el hematoma en el bazo no causará problema alguno. Mientras tanto deberá quedarse en un ambiente hospitalario, vigilado por si llega a sangrar. Si esto ocurre será operado de inmediato”, agregaron las fuentes.
Controlado
El equipo médico del sanatorio monitorea de forma permanente al pequeño. Al caer la tarde del sábado se le practicó otra tomografía de cráneo para tratar de establecer la presencia de algún hematoma. “Es el que tiene mayor riesgo de evolucionar en forma asintomática como el caso de la presencia de un hematoma subdural. Un golpe de ese tipo es muy fuerte. Cayó de diez pisos y sobrevivió”, afirmaron las fuentes.
El niño no fue sedado porque los remedios podrían generar problemas para controlar los signos vitales, sobre todo en materia neurológica porque no se puede establecer si el paciente se deprime por la medicación o por una complicación. El pequeño está muy dolorido porque, entre otros hematomas, presenta uno muy fuerte en la cara. Por esta razón se le suministraron analgésicos.
28 metros
A unos tres kilómetros de distancia del sanatorio, se encuentra el edificio “Acuario”, un coqueto complejo de diez pisos ubicado en la esquina de la rambla Claudio Williman y la parada 2.
Es un edificio de veinte pisos con apartamentos de alto nivel ocupado por familias argentinas y brasileñas, entre otras nacionalidades. La familia del pequeño ocupa el apartamento 1002, un semipiso ubicado en la esquina sur del edificio, mirando hacia la península. A diferencia de otros apartamentos, el ocupado por la familia del chico no tiene cerrado el balcón. Para peor, había perdido dos de los protectores vidriados que forman parte de la baranda de la terraza que da sobre la rambla “Claudio Williman”. Lorenzo se encontraba jugando con su hermano cuando se precipitó al vacío.
Cálculos efectuados por un ingeniero agrimensor consultado por Correo de Punta del Este, fijaron en 28 metros la altura existente entre el balcón desde donde perdió pie el niño y el jardín frontal del edificio. La caída no fue amortiguada por árbol o vegetación alguna, como había trascendido en algún momento, de acuerdo al lugar donde cayó el pequeño.
El niño fue socorrido por vecinos y los trabajadores del edificio y atendido en primera instancia por el equipo de una unidad de emergencia médica móvil que respondió al llamado. “El pequeño entró caminando a la ambulancia”, explicó uno de los policías presentes en el lugar.
Una suerte de milagro
El lugar del accidente protagonizado por el pequeño atrajo a decenas de personas que concurrieron a ver dónde se había producido “el milagro de Lorenzo”. En auto, en moto, a pie, en bicicleta, la gente se acerca al edificio para conocer el lugar. “Es un milagro”, son las tres palabras que se repiten a cada instante. El hecho de que el accidente se produjera en el llamado Viernes Santo dispara la imaginación de los concurrentes católicos.
“¡Pah! ¿Y no se hizo bosta contra el suelo?”; exclamó un hombre que, mate en mano, explicaba el milagro a su esposa. Otro, en cambio, apelaba a la física para explicar porque el pequeño salió vivo de semejante caída. “Es la masa por la velocidad de 9,8 metros por segundo. Por eso un papel que cae de una altura elevada no se rompe, lo que sí ocurre cuando son objetos más pesados”, era la sesuda explicación de otro de los presentes.