Por David Rabinovich
La izquierda uruguaya está en medio de una ríspida discusión interna sobre la llamada “inserción internacional”. Se cuestiona las formas, alcances y consecuencias de este debate en el que, además, todo el mundo opina. Por lo tanto puedo tomarme la libertad de hacerlo también.
La esencia de la democracia es que la mayoría decide y la mayoría de la población eligió un gobierno al que otorgó mayoría en ambas cámaras. Eso es así. El gobierno acordó un proyecto de acuerdo con Chile y lo elevó al Parlamento para que decidiera. Éste puede aprobarlo o rechazarlo, pero no cambiar algo que le parezca perfectible o inconveniente. El Parlamento chileno le dio media sanción no hace muchos días y todo parece indicar que lo aprobará pronto en la otra cámara. En el parlamento Uruguayo se atracó, aunque es necesario señalar que si se pusiera a votación, sería aprobado con amplio apoyo de la oposición. ¡Sí, con el apoyo de esos votos que tantas veces son renuentes a las iniciativas del gobierno frenteamplista! El disenso está dentro de la fuerza política gobernante, aunque sí hay acuerdo en el Poder Ejecutivo y en la mayoría de la bancada para aprobarlo. Pero hay una parte de la izquierda que no acompaña de buen grado y eso no es novedad. Es fundamentalmente el ‘núcleo duro’ de la militancia, se trata de quienes construyeron el Frente en cada barrio, sindicato, pueblo, centro de estudio… Allí está la resistencia a la resignación que representa un conjunto de políticas que aceptan como inexorables (cuando no de buen grado) los mandatos del mercado, las imposiciones del capital, las reglas de juego del capitalismo, tan concentrador como excluyente. Y ¿por qué no decirlo? ¡tan antidemocrático! Allí está también el apoyo real para las tantas buenas políticas que se han instrumentado en los últimos años. Está también la clara conciencia de que entre un gobierno del FA y las posibles ‘alternativas’ las diferencias y las distancias son enormes… y si de intereses populares estamos hablando el Frente debería seguir en el gobierno.
Democrático es reclamar que se informe con claridad qué se pretende acordar y para qué. Qué consecuencias tendría (y ya ha tenido) firmar tratados en el sentido que nos proponen la cancillería y el ministerio de economía. Democracia en pleno funcionamiento es legitimar el debate y transparentar los argumentos. Frente a decisiones tomadas en cenáculos tecnocráticos, no vale argumentar cuántos nos votaron, eso esgrimía Sanguinetti para desconocer los acuerdos de la Concertación y Lacalle cuando pretendía privatizar el patrimonio público. “L’etatc’estmoi” dijo Luis XIV. El presidente soy yo, defienden Temer y Macri. El talante de la izquierda debe ser bien distinto.
El modelo de inserción internacional implica, siempre, una visión del proceso de “desarrollo nacional” (o quizá deba decir crecimiento de la economía, que no es sinónimo de desarrollo)
La mayoría de la opinión pública (publicada, difundida) parece cuestionar lo decidido por el Plenario Nacional del Frente Amplio y en esa mayoría incluyo –con especial destaque- a la oposición y sus medios de comunicación. Porque como afirma Don Mempo (Guardinelli) “…todo hay que decirlo si se trata de encontrarnos de una vez…”
Si hablamos de democracia tenemos que considerar el valor y los alcances de la representación, las formas directas de expresión democrática y la legitimidad del debate. La necesidad de fundamentar la democracia en un debate informado me parece muy relevante. La representación es legítima tanto por el respaldo obtenido (votos) como por la fidelidad a la palabra empeñada. No nos representan los mentirosos que ocultan sus verdaderas intenciones e intereses sólo para juntar votos y en este punto está buena parte de la explicación de alguna debacle política o la razón por la que corretean pero no despegan algunas propuestas.
“No se puede discutir en un Plenario el TLC con Chile, porque ya está aprobado por los dos gobiernos (Uruguay y Chile); y el gobierno lo analizó y lo aprobó. Si el Plenario mandatara a los legisladores, (a votar en contra) sería un error garrafal” afirmó el ministro de economía, Danilo Astori (Subrayado). Quizá fue un ‘error garrafal’ no plantear la discusión en el seno del Frente cuando se sabe que es un tema sensible y sobre el que resulta difícil llegar a acuerdos.
Astori sostuvo que “no sé puede ir a un tratado con criterios fijos de negociación. Cómo si tuviéramos un formato Uruguay de negociación. Porque eso no lo acepta nadie y lo que hizo el Plenario es establecer criterios fijos de negociación. Sobre esta base es muy difícil avanzar. La apertura exige flexibilidad”.”Ojalá predomine la sensatez. El tratado con Chile hay que firmarlo sí o sí” concluyó Astori. En el Frente Amplio ni la de Seregni era palabra santa y esa es una virtud, una fortaleza, de la izquierda uruguaya. Estaremos vivos mientras palpite la posibilidad de discutirlo todo. Los criterios fijos de negociación en los tratados internacionales existen y son los que imponen los intereses del poder concentrado de las multinacionales ¿No lo saben Astori, Nin o Vázquez? Hay que mostrar el argumento ¿Cuáles son los beneficios para el proceso de desarrollo endógeno de la región y sus pueblos que traen estos acuerdos y tratados? Hay que ver todos y cada uno, en especial los que rigen hace un tiempo y cuyas consecuencias pueden ser analizadas. Sobre las nuevas iniciativas se puede y se debe estimar los impactos.
Porque en última instancia creo, que lo único verdaderamente sensato es tratar de hacer posible lo que parece imposible.