
En la primera quincena de diciembre, Punta del Este tuvo una visita tanto inusual como relevante: el equipo del Proyecto “Pristine Seas” de National Geographic, encabezado por el Dr. Alex Muñoz se instaló en la costa uruguaya para explorar las riquezas marinas asociadas a la Isla de Lobos, que entre otras cosas, alberga una de las colonias de reproducción de lobos marinos más grande del Atlántico Sur. Según su portal en internet, “Pristine Seas” es una iniciativa que busca generar conciencia sobre los roles clave que cumplen los océanos a través de la exploración, estudio y protección de los últimos lugares indómitos.
Para aquellos vinculados a la biología y conservación de los recursos naturales, el destaque de las características excepcionales de Isla de Lobos no nos resulta novedoso pero siempre es bienvenido el reconocimiento internacional, en especial por parte de entidades prestigiosas.
En una conferencia de prensa ofrecida el 13 de diciembre pasado, Muñoz y su equipo desarrollaron varios aspectos muy interesantes, entre los que destaco dos de ellos que invitan particularmente a la reflexión.
1) El potencial de la Isla de Lobos para impactar positivamente tanto a nivel ambiental como social y económico.
Desde hace ya varios años, este nuevo paradigma del “triple impacto” se está imponiendo en proyectos tanto de conservación como económicos. Analizar algún tipo de negocio o inversión sin considerar sus impactos ambientales y sociales se está transformando en algo del pasado; cualquier empresa mínimamente responsable entiende, hoy por hoy, que los éxitos económicos deben estar íntimamente asociados a los otros dos componentes clave de la ecuación. Quienes trabajamos en conservación tampoco estamos acostumbrados al análisis más holístico y a veces terminamos proponiendo medidas bastante ingenuas y utópicas. Pero vale la pena contextualizar nuestros objetivos en términos sociales y económicos. Esto no significa poner un precio a la naturaleza sino hacer un esfuerzo por generar propuestas realistas y que rápidamente puedan impactar positivamente sobre los recursos naturales que en muchos casos son utilizados con estrategias simples y cortoplacistas que terminan destruyendo cualquier tipo de valores. Volvamos a la Isla de Lobos, por ejemplo. Tiempo atrás, en el ámbito de un curso de ecoturismo, analizamos el tema. Un grupo de participantes argumentó que la isla debía mantenerse en el estado actual, con acceso muy restringido para que los visitantes no afecten las poblaciones de lobos marinos y demás vida silvestre del sitio. Una propuesta altruista y bien intencionada que seguramente cualquiera que valore la naturaleza estaría muy de acuerdo en acompañar. En contrapartida, y con base en experiencias exitosas en otras partes del mundo, otras miradas apuntaban a que un uso inteligente de la isla en un contexto turístico sostenible podría no solo consolidar los tan importantes objetivos de conservación (con parte de los nuevos recursos producidos siendo destinados al estudio, manejo y protección de las especies y su hábitat), sino también generar impactos positivos en los social (puestos de trabajo asociados a los traslados a la isla, guía de interpretación, etc.) y económico. En esta situación, los componentes económico y social pueden ser aliados de la conservación, brindando un “blindaje” ante eventuales proyectos de desarrollo futuro que pudieran poner en riesgo la integridad de un recurso tan importante como frágil. Está claro que, cuantas más personas se identifiquen positivamente con el cuidado de la isla más fuerte será esa protección social. Hay que tener en cuenta que, más allá de que en las últimas décadas ha habido un importante incremento de personas interesadas por los temas ambientales, la sociedad uruguaya en general no se destaca por su espíritu conservacionista (si de palabra, pero no en cuanto a acciones concretas que impliquen algún tipo de “costo” explícito). En este sentido, es probable que aquellas estrategias de conservación que involucren a más personas serán las que tendrán mayores posibilidades de éxito.
2) El rol clave de las áreas protegidas para proteger los recursos naturales y generar beneficios a la sociedad.
El Dr. Muñoz también destacó un triste récord de nuestro país: la poca cantidad de áreas protegidas con las que contamos, sitios donde el objetivo principal es la preservación de la naturaleza. La deficiencia es particularmente evidente en el ecosistema marino. Por suerte aun tenemos delante nuestro una gran oportunidad. Porque los trabajos de National Geographic (en líneas con gran cantidad de estudios que se llevan adelante por investigadores de nuestras universidades), dejan en evidencia que el océano uruguayo aun muestra una “integridad ecológica” importante. Esto quiere decir que mantiene una trama de especies muy diversa (así como las relaciones y procesos que generan), aspectos que en otras partes del planeta se encuentran muy deteriorados. ¿Por qué son tan importantes las áreas protegidas marinas? Básicamente porque contribuyen enormemente a la conservación de la biodiversidad y a la sustentabilidad del uso de recursos como la pesca. Un análisis superficial podría enfocarse en el hecho de que el establecimiento de un área protegida estricta limitaría el acceso a los recursos pesqueros. Pero en realidad se trata de todo lo contrario. Hay que tener en cuenta que la actividad pesquera a nivel global, de la mano de la sobreexplotación, ha llevado a la ruina a muchas pesquerías (y comunidades asociadas) en todo el planeta. Esto esta vinculado, entre otras cosas, a que la pesca es particularmente susceptible a un problema conocido como “la tragedia de los comunes”. La idea resalta el hecho de que en ciertas circunstancias (vinculadas a la falta de previsibilidad a futuro), las personas carecen de incentivos para cuidar los recursos naturales y actuarán de manera de obtener los mayores beneficios posibles sin ninguna consideración por el cuidado del recurso. En el contexto pesquero la premisa podría ser algo así como “intentaré pescar lo más que pueda porque si no lo hago yo, alguien más lo hará”. La tragedia de los comunes deja de manifiesto los impactos perversos de la mirada individual y en cambio argumenta a favor de la implementación de estrategias “comunitarias”, o sea el manejo grupal e inteligente del recurso. En el caso de las pesquerías, si no se quiere agotar la gallina de los huevos de oro, la utilización del recurso debe estar limitada a una cantidad tal que no ponga en riesgo la estabilidad poblacional de la especie en cuestión. De esta forma, las áreas protegidas marinas pueden generar ese triple impacto que comentábamos en el punto anterior. Desde la perspectiva de la conservación el restringir la pesca en ciertas partes del océano permitiría la recuperación de las poblaciones de peces y otros organismos marinos. Con respecto a lo económico y social es necesario diferenciar entre el corto y el mediano y largo plazos. En el corto plazo (5-10 años) evidentemente habrá una reducción en los recursos generados por la restricción a la pesca en ciertos sectores. A mediado y largo plazos, sin embargo, la recuperación de las poblaciones de peces generará un “efecto de derrame” a medida que el recurso vaya creciendo y extendiéndose por fuera de los límites de las áreas protegidas. De esta forma, las zonas aledañas se verán directamente beneficiadas con más peces disponibles. En definitiva, beneficios en todos los ámbitos.
National Geographic define su misión en los siguientes términos: “Usando el poder de la ciencia, la exploración, la educación y la divulgación para iluminar y proteger las maravillas del mundo”. A escala local, muchos uruguayos utilizan las mismas herramientas para señalar falencias y oportunidades vinculadas a la conservación y uso de nuestros recursos naturales. Pero a veces, cuando el reconocimiento viene de fuera parece tener mayor repercusión. En cualquier caso, ojalá la visita de National Geographic contribuya a impulsar medidas inteligentes de conservación en beneficio de la sociedad y la naturaleza uruguayas.
*Adrián Azpiroz, PhD
Representante para las Américas de la Comunidad KBA www.keybiodiversityareas.org y Wild Punta del Este (@WildPuntadelEste)