Columna de opinión: “Para que no haya más violencia, empecemos por casa”, por la Dra. Marie Claire Millán

 

La LEY Y EL ORDEN: UNIDAD DE VICTIMAS ESPECIALES es una de mis series de televisión favoritas. Olivia Benson, la detective protagonista, creo que es uno de los mejores personajes de la tv.
En un capítulo donde una adolescente en una fiesta, luego de haber tomado alcohol y fumado marihuana, es violada por uno de sus amigos, también adolescente, le pintan el cuerpo con leyendas ofensivas, le sacan una foto y la suben a las redes sociales.
A partir de ahí, es víctima de acoso por las redes, la insultan, no le creen lo que pasó.
El amigo que la violó dice que quería que ella lo quisiera mientras que para ella era como un hermano. Eran amigos desde la escuela primaria.
En un ejercicio con alumnas y alumnos de la secundaria Olivia les va pidiendo que se paren quienes han sufrido acoso, violencia sexual, violencia. La mayoría se levanta. Algunas chicas dicen que fueron victimas de violación pero no contaron nada porque temían que nadie les creyera. Algunos varones dicen que fueron victimas de acoso pero no cuentan nada porque les da vergüenza, mientras otro dice que acosaba porque le parecía que “eso era ser un chico genial”.
En la vida real, la que viven muchas adolescentes, esta es la realidad a la que están expuestas. Las victimas temen que no les crean y los abusadores creen que tienen derecho a serlo.
Hace poco tiempo, una niña de Salto era victima de abuso sexual por el padre de su amiguita. Cuando le cuenta se ponen de acuerdo en que la próxima vez lo filmarán porque “sino nadie les iba a creer”. Tenían 10 años de edad
Qué mensajes damos los adultos, la sociedad en su conjunto, para que una niña de 10 años esté dispuesta a someterse nuevamente a abuso para poder tener un registro (que toma su propia amiga de 10 años, hija del abusador) para que les crean lo que sucedía?
¿Por qué no les creemos a las victimas? ¿Por qué las culpabilizamos?
UNICEF presentó hace pocos días un amplísimo informe acerca de la situación de la infancia en el Uruguay llamado Panorama de la Violencia hacia la Infancia en el Uruguay 2017 y los datos deberían llamarnos a la reflexión a todos.
Algunos datos: “Entre estos módulos (de la encuesta) se destaca el de disciplina infantil, que brinda información exhaustiva y comparable sobre la violencia contra niños, niñas y adolescentes en Uruguay, para lo cual se entrevistó a 2.041 mujeres madres o cuidadoras de niños, niñas y adolescentes de 2 a 14 años. Según este relevamiento, en Uruguay el 54,6% de los niños, niñas y adolescentes de 2 a 14 años de edad fue sometido a algún método violento de disciplina en el último mes. Esto incluye la agresión psicológica y cualquier tipo de agresión física. Un 50,1% de los niños y niñas sufrió agresión psicológica y un 25,8% castigo físico. La encuesta mostró que solo el 34,4% experimentó exclusivamente disciplina no violenta. Estas proporciones significan que unos 350.000 niños, niñas y adolescentes de entre 2 y 14 años fueron sometidos a algún método violento de disciplina en el mes anterior a la encuesta. El castigo físico fue sufrido por aproximadamente 160.000 niños y niñas” (destacado mio)
De todos los tipos de violencia registrados en el país en 2016, el 20% de las denuncias corresponden a abuso sexual: 475 denuncias, de las cuales, en el 74% de ellas, las víctimas son niñas.
También nos dice el informe que un estudio hecho en 2013 de entre diez países latinoamericanos estudiados, Uruguay posee la mayor tasa de participación en la descarga de material pornográfico infantil online.
Hay algo que no funciona. Hay algo que no está bien. Las pautas de crianza violentas se dan en todas los sectores socioeconómicos (con porcentajes un poco menores a mayor nivel educativo, pero no menores al 45%) lo que nos está diciendo que las pautas culturales y creencias existentes en la sociedad, ubican a las niñas, niños y adolescentes en un lugar de enorme desigualdad de poder respecto de los adultos. Y eso nos daría derecho a maltratarlos y abusar de ellos.
Y en esa desigualdad de poder, en ese escalón inferior en que los ubicamos, como les vamos a creer? Como no vamos a poner en duda cuando dicen, cuando expresan (como pueden conforme a su edad, vocabulario, etc) lo que les hacen los adultos, adultos que son los de su confianza, los que deberían cuidarlos y protegerlos (padres, abuelos, hermanos, tíos, amigos de la familia, del barrio) ?
Y en esas creencias sustentadas por un conjunto de ideas y creencias que llamamos patriarcado, se sustentan el abuso, la violencia, el acoso y otras formas de conducta que subordinan a unas respecto de otros.
Aunque no sepamos que nombre tiene, aunque digamos que esas son cosas de las mujeres que siempre están reclamando y denunciando. Si observamos nuestros propios comportamientos, nuestras justificaciones cuando somos observados por el mismo, cuando decimos que “soy la madre” o “soy el padre” y tengo derecho porque sino “le pego ahora que es chico cuando sea adolescente me camina por arriba”, cuando decimos “a mi me daban cintazos y mirá que bien que salí”, cuando no le creemos a la adolescente abusada porque “así como se viste” o “así como anda en la calle” o “ella es provocadora” estamos justificando el abuso y el maltrato y los hacemos victimas nuevamente. Porque no les creemos y nos protegemos nosotros mismos o a otros.
En la presentación del Informe se lee: “La violencia hacia niños, niñas y adolescentes es un fenómeno de alto impacto para el desarrollo de las sociedades. Además de constituir una flagrante violación de sus derechos, la exposición prolongada a la violencia puede tener efectos en el desarrollo de los niños y repercutir en el crecimiento físico, cognitivo, emocional y social. La violencia hacia la infancia debe ser abordada como una prioridad tanto por su impacto inmediato en los derechos de los niños y adolescentes como por los costos y efectos que genera en el desarrollo de las naciones. Los resultados de las mejores políticas de salud o educación pueden ser neutralizados por los efectos devastadores de la exposición a la violencia. Por tanto, además de una cuestión ineludible de derechos, la protección y la inversión en políticas de prevención de la violencia tendrán impactos positivos en los resultados de las futuras generaciones adultas” (destacado mio)
Junto con las políticas públicas que debe llevar adelante el Estado para sensibilizar y proteger a la infancia y adolescencia, debemos cada uno de nosotros, revisar nuestras pautas de relacionamiento y de crianzas con las niñas, niños y adolescentes. Porque es ahí donde estamos construyendo la sociedad en la que vivimos. Y en la que viviremos en el futuro.
Mi abuela doña Ema decía siempre que la caridad empieza por casa, Parafraseándola, podemos decir que si no queremos más violencia, empecemos por casa.