
Las madres de hierro velamos los sueños de nuestros hijos. Usamos Fuji para los mosquitos.
No soy tu amiga. Soy tu mamá. Y para protegerte de los mosquitos, uso Fuji.
Para que no le dediques tanto tiempo a la limpieza, usá Mr. Musculo.
Protegé tu familia de las cucarachas con Raid aerosol.
Que podés hacer en 3 minutos? Ayudin: una lavandina a tu medida.
Sé una mamá Espadol… para proteger a tus hijos de las bacterias.
Pequeño paréntesis: como era el mundo antes de que hubiera esta guerra declarada contra las bacterias??!! Será tan así? Que no se puede jugar en el piso sin pasarle el trapo todo el tiempo? O jugar afuera sin rociar al niño o niña con el aerosol correspondiente? O preguntarle a la madre del amiguito, con cara consternada, si es cierto que les leyó cuentos en el piso y la interrogada le dice que se quede tranquila porque antes le pasó Lisoform?
Es raro no? Usted que piensa? A mí me pone un poco nerviosa, que quiere que le diga.
Salgo del paréntesis y le digo que casi que me da algo luego de ver una tanda completa de reclames (me encanta esa palabra!) en los que invariablemente vemos a una buena mujer que sonriente o seria, según la ocasión, nos dice, muy suelta de cuerpo que quiere ser una mamá Espadol o que primero reprende y después mira tiernamente a su hija adolescente mientras la pastilla de los mosquitos libera su poder.
Y les confieso que si pudiera pedir un deseo a un genio sería: ser invisible por un ratito y estar en una sala de “creativos” (?!) de una agencia publicitaria cuando están pensando esas publicidades.
No le tienta la idea? A mi se me hace irresistible porque es de no creer.
Parece que para las agencias y los anunciantes nada ha cambiado en la sociedad. Las mujeres realizamos toda suerte de trabajos y tareas pero las del hogar, el cuidado de la familia y los hijos, la limpieza, las responsabilidades hogareñas, siguen siendo de las mujeres. Ellas son (somos) las obligadas a mantener nuestro entorno libre de bacterias y de todo bicho volador o rastrero que amenace la integridad física de hijas, hijos y demás deudos.
Y eso significa una enorme presión sobre las mujeres. Más o menos conscientemente, cada una de nosotras nos preocupamos y ocupamos de todo eso. Asumimos y cumplimos. Asumimos y dedicamos pienso y trabajo. Asumimos y relegamos otros deseos o quehaceres propios.
Porque a mí se me hace difícil pensar que cada una de nosotras, realmente, queramos estar todo el tiempo pasando el trapo en los azulejos de la cocina o la pileta del baño, pasando el lampazo mientras vuelan las flores de Glade para que todo brille y brille hasta encandilar.
Creo que más bien queremos que nuestra casa esté más o menos limpia, prolija y que el resto de la familia contribuya a eso, o sea, ensucie y limpie, desordene y ordene. Co-responsabilidad en las tareas del hogar que le dicen.
Pero la publicidad no va en ese sentido. En el de las responsabilidades compartidas. Mas bien, va todavía en el sentido contrario.
Vivimos un tiempo histórico de enormes cambios, donde el avance de los derechos de las mujeres en notorio pero la publicidad sigue reforzando los estereotipos de género.
Todo ello a pesar de que el Observatorio de género del Círculo Uruguayo de la Publicidad creó un Décalogo de Buenas Prácticas para evitar la producción de comunicaciones que “perpetúen” la discriminación de género.
El punto 4) del Decálogo es:
“NO PROMOVAMOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
Construir mensajes que refuercen los estereotipos tradicionales que asignan a la mujer al ámbito privado (cocina, limpieza, cuidado de los hijos, compras) y al hombre al ámbito público (trabajo, vida social, deportes, política) reduce las oportunidades, las libertades y los derechos de las personas. La sociedad ha cambiado y deberíamos poder reflejar esos cambios. Ni el rol de la mujer se reduce únicamente al ámbito privado, ni el rol del hombre solo al ámbito público. Ser hombre o mujer no determina tu rol en la sociedad.”
Suscribo cada palabra. Pero en la vida real, en la publicidad que vemos todo el tiempo en la televisión, este punto no se cumple. La publicidad sigue promoviendo estereotipos de género. Y los ejemplos utilizados en el Decálogo: cocina, limpieza, cuidado de los hijos, compras: siguen presentándose principalmente como tareas de las mujeres.
La encuesta del INE sobre Uso del tiempo y trabajo no remunerado en el Uruguay del año 2013 concluía que: “Las mujeres tienen una carga de trabajo no remunerado que duplica las horas dedicadas por los varones. Si bien los varones trabajan remuneradamente más horas que las mujeres, al incorporar las horas de trabajo no remunerado, las mujeres tienen una carga global de trabajo semanal significativamente mayor. Dos tercios del trabajo de las mujeres es trabajo no remunerado, mientras que entre los varones es solamente un tercio de su trabajo. Las mujeres participan en las actividades de cuidado en mayor medida que los varones. En el cuidado infantil se registran las mayores brechas de género.”
Esa es la realidad de las mujeres en nuestro país.
Y mientras se trabaja para hacer visible esa realidad y buscar distintos mecanismos para su modificación, la publicidad en lugar de promover relaciones de igualdad al interior de la familia, sigue machacando una y otra vez que es nuestro deber mantener la limpieza y el perfume del hogar, correr a todo bicho que ande por ahí y estar siempre sonriente y atenta.
Está bravo, no?