
El verdadero gasto social es lograr una vida digna, sana, prolongada, creativa y productiva en los niveles de pobreza y extrema pobreza, incluyendo los gastos en educación, seguridad ciudadana y rural, salud, seguridad social, vivienda, cultura, deportes y otros similares.
El gasto social es un instrumento de gestión gubernamental para alcanzar la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos donde el MIDES ha sido el abanderado en cumplir una gestión eficaz y no proselitista ni discriminatoria a favor de minorías que suponen réditos electorales.
El gasto social es nutrición como un complemento de alimentación para aquellas familias de alto riesgo, sobre todo en niños menores de 5 años, madres gestantes y lactantes, acompañado de gastos en salud preventiva y atención permanente esencialmente en niños.
El gasto social es justicia para asegurar los derechos de las personas a prevenir y solucionar sus conflictos como también el gasto en previsión social es esencial para que aquellos que por su edad han dejado de trabajar o no pueden hacerlo.
Apoyamos el gasto social en ese sentido y los gobiernos de los partidos tradicionales han gastado e invertido en la sociedad para la integración de los ciudadanos. Fueron gastos e inversiones adecuados a las necesidades de cada época y acordes a los menguados recursos disponibles.
Sin embargo, el gobierno del Frente Amplio ha estado muy lejos de gestionar adecuadamente estos propósitos y se ha apoyado en cientos de organizaciones sociales afines a sus ideas para a partir de allí obtener simpatías políticas y olvidarse adonde dirigir los fabulosos recursos que gasta en su implementación y seguimiento.
Creemos que el presupuesto en el gasto social debe revisarse con el objetivo de una mejor gestión del mismo, eficiencia, eficacia y medición de resultados, manteniendo programas existentes, cambiando otros y creando nuevos que ayuden a disminuir la pobreza.
Tan importante como el gasto social es la Inversión Social que significa mejorar la infraestructura de zonas socio-económicas de extrema pobreza en apoyo a la producción, al trabajo y al bienestar.
No debemos permitirnos ver crecer los asentamientos en número ni en integrantes como han sido estos casi diez años de administración frentista. Basta salir a los barrios periféricos o a los cinturones de pobreza que se han creado en las salidas de las carreteras, cercanos a los ríos y puentes para comprobar las débiles estructuras de vivienda de chapa y cartón, el hacinamiento de las familias, la falta de saneamiento, agua potable, calles, escuelas, liceos, lugares de atención a la salud, etc.
La bonanza económica que recibió Uruguay del resto del mundo fue un regalo mal gestionado y gastado por los gobiernos frentistas olvidándose de la Inversión Social que complementa a ayudar a una población importante en número y en necesidades.
De hecho de lo que se trata no es de administrar la pobreza y señalar que con los recursos de las gentes han sobrepresado la línea imaginaria que los condena a ser pobres porque pobres seguirán.
Tenemos que ocuparnos de la pobreza de todos los modos posibles para poder decir con orgullo que han salido anualmente tantos compatriotas de ese estado asegurándoles un futuro en el mundo productivo a través de la enseñanza de valores morales y éticos compartidos e insertarlos en la telaraña social para que se destaquen por sus virtudes y talentos.
Habrá que construir barrios enteros en esos asentamientos y comprometer a los beneficiarios a elegir un cambio en sus vidas a través de la escuela pública, la salud pública y la seguridad ciudadana. En esta tarea tendrá que comprometerse la población toda, inclusive las empresas dentro de lo que hoy se llama “responsabilidad social empresarial”.
Si continuamos por el camino del Frente Amplio, vamos por mal camino y el flagelo de la pobreza lejos de reducirse continuará aumentando y la tan deseada seguridad ciudadana se irá desvaneciendo.