
“No quiero que nadie salga a decir que soy un héroe. ¡No! Lo hice, lo hago y lo volveré a hacer si se dan de vuelta las mismas circunstancias. Son esas cosas en que uno tiene que asumir su responsabilidad. El asunto es hacerlo. Tener el coraje de tomar la decisión de responder ante una injusticia”, sostiene Sabino Núñez, un pacífico vecino septuagenario del popular barrio Perlita de Maldonado.
Desde la semana pasada, don Sabino se ha transformado en la figura de la ciudad. Estaba comprando en un almacén de su barrio cuando ingresó un delincuente armado a robar toda la recaudación. Sabino se trabó en lucha con el desconocido y recibió un disparo en una pierna, pero gracias a la ayuda de otros vecinos y de un agente policial, logró abortar el robo y detener al delincuente. Todo un ejemplo de arrojo y generosidad.
“El disgusto más grande que tengo es ver lo que está pasando con la juventud. Lamentablemente, ¿qué le vamos a dejar a las criaturas de cinco o seis años si esto sigue igual? Todos drogadictos, loquitos, no hay respeto de nada. El disgusto más grande que yo siento no es lo que me pasó o lo que me puede pasar, es ver a esas criaturas que andan por ahí. Sin rumbo en la vida. No hay cultura de trabajo. La gente está muy mal”, afirmó.
El jubilado
Núñez tiene 73 años. Es viudo con dos hijos y tiene una preciosa nieta que es la alegría de su vida. Oriundo de Rocha, vive desde siempre en Maldonado. “Me crié en Garzón. De este lado del arroyo”, precisó. Sirvió catorce años en la Armada Nacional y se jubiló de marinero de 1º. “Ingresé a la Marina en 1959 y me jubilé en 1975”, recordó. “En el ámbito privado trabajé como capataz del desaparecido frigorífico Codadesa”. Desde 1962 vive en la misma casa. En el mismo barrio. A media cuadra del almacén donde logró controlar a un peligroso rapiñero.
“Entre ambos trabajos pude acumular unos cuantos pesitos para la jubilación. Como jubilado militar ganaba una morondanga. Con el trabajo en el frigorífico pude sumar otra entrada porque era cuando se podía sumar las dos jubilaciones. Vivo contento, creo en Dios y soy feliz. ¿Qué más puedo pedir?”, explicó a Correo de Punta del Este en su casa.
El pasado lunes su vida pegó un giro inesperado. Fervoroso creyente, Don Sabino entiende que defender la vida vale la pena y que llegado el momento hay que actuar como se debe. Así lo dejó en claro en la tarde de ese día, cuando se tiró encima del rapiñero que le apuntaba con un revólver a la cabeza de la empleada del almacén del barrio. Por hacer las cosas que se deben, como es su lema de vida, resultó herido de un balazo. El disparo dolió pero quedó satisfecho de haber impedido un asalto.
Don Sabino recibió en la parte superior del muslo de la pierna izquierda un disparo del revólver calibre .22 que empuñaba el asaltante, pero en la refriega esquivó otros cuatro tiros. El ladrón vació el cargador del arma desesperado por escapar del anciano que con una mano le había trancado el revólver y con la otra lo estaba estrangulando. Don Sabino, herido, sacó al delincuente del pequeño almacén. En la calle recibió la ayuda de varias personas. Una de ellas con un garrote. “¡Qué paliza le dimos!”, recordó.
Cómo fueron las cosas
-¿Qué pasó ese día?
-Eran las dos de la tarde y como me faltaba pan y algunas cosas fui, como todos los días, al almacén de la esquina de mi casa. Atrás mío entró un tipo mientras yo le pedía las cosas a la chiquilina. De repente el sujeto dijo, revólver en mano, “esto es un robo “ y me dijo “usted tírese al suelo”. La gurisa encargada del almacén, de unos dieciocho años, gritaba, pobrecita. Usted no se imagina a esa gurisita, buena, educadita, guapa, ubicadita, estudiosa que trabaja de día ahí y de noche se va a estudiar para salir adelante en esa tremenda situación. El ladrón le sacó unos cuatrocientos pesos. No más.
-¿Cuándo decide intervenir?
-El delincuente insistió con que la chiquilina tenía más plata. “¡Dame toda la plata!”, insistió al tiempo que le recostaba el revólver en la cabeza. Como él me había mandado tirarme al suelo hice como que le hacía caso. Cuando le amagué tirarme de barriga al suelo le chapé la mano. Le agarré el revólver y cuando lo empujé para abajo se disparó el primer tiro que me impactó en la ingle. El tipo tenía una fuerza tremenda, seguro bajo los efectos de alguna droga. Lo único que quería era que no lastimara a la gurisita. Yo soy un viejo que estoy de vuelta.
-¿Cómo reaccionó al recibir el disparo?
-Soy un viejo de 73 años pero tengo fuerza. Fui criado en campaña, soy morrocotudo, soy una persona de mucha fuerza. Gracias a Dios que no me olvido de la instrucción en defensa personal que recibí cuando fui militar. Uno no se olvida de esas cosas. Uno aprende. Cuando le manoteo el revolver también le agarré la mano. Al bajar la mano gatilló y me pegó el tiro. Le doblé la mano hacia un costado mientras él tiraba. Con la mano izquierda lo abracé porque quería ahorcarlo. Es increíble la fuerza que puede tener una persona cuando está drogada. Nunca me iba a imaginarlo. Sentí el balazo, el ardor que deja la pólvora, pero yo no quería que le pegara a nadie más; le pude sacar la mano para el costado mientras tiraba los demás tiros que le quedaban
-¿Lo pudo tomar del cuello?
-Lo agarré del cogote con la mano izquierda. Lo agarré del cogote y de ahí no lo largué. Era increíble la fuerza que hacía con el cuello, con la carretilla, con la cabeza. Ahí pude sacarlo para afuera. La gente, cuando sintió los tiros, disparó a la mierda. Pero cuando vieron que yo lo tenía agarrado, porque no lo soltaba con nada, se dieron cuenta que era yo y vinieron a ayudarme a controlarlo. Ahí empezó a venir la gente.
-¿Cuántos vecinos lo ayudaron?
-Vinieron como diez o quince. Le pegamos una paliza. Vino un vecino con un garrote porque tiene un almacén y hace unos días quisieron robarlo. Fue una cosa tremenda.
-¿Se resistió el delincuente?
-Eran como siete u ocho arriba del tipo y estaban como si se hubieran sentado arriba de un motor. Los tenía en el aire a todos.
-¿Mientras peleaba con el ladrón no le dolía la herida?
-Estaba caliente. Algo sentía porque la pólvora arde. Pero como ya estaba metido en el lío no me importaba nada. Lo único que pensaba era en que no me matara a la muchacha. Se me terminó el dolor porque lo único que quería era dominar al delincuente. Uno sabe que si yo no lo dominaba este tipo joven nos mataba a la muchacha y a mí. Hubiera sido otra cosa. Por suerte lo pude dominar.
-¿Reaccionaría de la misma manera en el futuro?
-Lo hago, no tengo ninguna duda. Y le explico por qué: soy católico. Pero soy más creyente en Dios que católico. Con Dios todo y sin él nada. Con la Virgen María. Así nomás la cosa. Mire: lo que tenemos más seguro en la vida es la muerte. La hora de llegada la sabemos. La hora de salida no la sabemos. El señor Jesucristo nos dijo: ‘les doy la vida. Cuídense que los cuidaré’. Entonces, si viene la orden me muero cuando estoy conversando con Usted. Saque una cuenta: va un auto con cuatro o cinco personas. Se caen en una zanja y cuatro quedan hechos pedazos que los tienen que sacar los bomberos. Y uno queda ileso. ¿Por qué? No estaba para él. Es así la vida.
-¿Usted como que reaccionó por instinto?
-No me asusté ni nada por el estilo. No me enojé. Lo hice por voluntad porque pensé que me iba a matar a la chiquilina y que luego me mataría a mí. Noté enseguida que era esa su intención. Uno se da cuenta con las cosas.
-¿Qué le dice la gente después del tiroteo?
-Está todo el mundo encantado. Pero, ¿sabe una cosa? Soy multimillonario porque quiero a todo el mundo y todo el mundo me quiere. No sabe la gente que vino a verme para felicitarme, para ver cómo estaba. Algo precioso. Algo tremendo. Desde el primer momento que pasó, cuando estaba en la ambulancia para que me llevaran al hospital Militar, llegó una persona preguntando. Era el comisario de la Seccional Primera para ver cómo estaba y transmitirle la preocupación del jefe de Policía, que se puso a mis órdenes para lo que necesitara. Con ese gesto que tuvieron de preocuparse por mí le dije que se me había ido el dolor. Que estaba lo más bien.
La herida y la “suerte de Tarzán”
Don Sabino fue dado de alta luego de pasar por el hospital de Maldonado y ser derivado al Hospital Militar, en Montevideo. “La pierna está bastante mejor. Un poquito hinchada. Me duele. Estoy en quietud esperando que se cure del todo. La bala entró casi a la altura de la ingle. Tuve la suerte de Tarzán cuando se tiraba como los monos de rama en rama y caía parado”; bromea.
“Menos mal que la bala salió. Era un revólver .22 que es más peligroso de lejito. Me disparó a unos diez centímetros lo que hizo que la bala pasara de largo. Si me tira de medio metro queda dentro del cuerpo y ahí puede ser más peligroso. Los doctores, allá en Montevideo, estaban asombrados porque nunca habían visto una cosa igual. El doctor que hizo esa placa me dijo: ‘Mire compañero. En diez años que tengo de médico nunca vi una cosa igual. Se veía el agujero por donde había entrado la bala y luego por donde pasó. Pasó entremedio de las venas. Si me llega agarrar a una no cuento el cuento. Me iba en sangre. Ni media hora duro”, explicó.