
En la ciudad de San Carlos, en lo que solía ser un garaje se encuentra Alquimia, un espacio donde personas de todas las edades pueden hacer arte. ‘’Le pusimos amor y de a poquito lo fuimos armando, empezamos los talleres de arte terapia con un grupo de 8 chiquilines con discapacidad que venían del centro Idei’’ cuenta Horacio ‘’Tato’’ uno de sus fundadores.
Si se lo ve desde la calle, Alquimia es un ventanal y una cortina negra, pero detrás de ese telón oscuro se esconden esculturas en barro, tarros de pintura, pinceles, algunos vestuarios y en el fondo tres paredes blancas se llenan de colores con manos marcadas, algunos cuadrados, líneas y curvas, arte.
La alquimia habla de la transformación comenta Tato, ‘’acá se genera autotransformación, todos tenemos las condiciones para ser lo que queramos. Nosotros no entramos en las religiones pero sí en la fe, la fe en uno mismo. Si tienes un sueño tienes que luchar por él y dar todo para que salga, porque se puede lograr”. De profesión actor, Tato se confiesa fanático de los niños y los jóvenes, dice que son el presente y los responsables del cambio. ‘’Hay que fortalecer la voz de los niños y los adolescentes, quienes tenemos la posibilidad de mostrar y dar voz somos los responsables de ayudar al cambio’’.
Arte para todos los gustos
El equipo de trabajo se compone por 5 talleristas y las propuestas son variadas, acompañamiento terapéutico, arteterapia, talleres de música, expresión corporal y teatro.
No existe un límite de edad para acceder a los talleres, ‘’acá puede venir cualquiera, solo hace falta tener ganas’’, aclara Tato.
Con frecuencia de 1 hora, 2 veces por semana los talleres reunen en Alquimia a 24 niños, 15 jóvenes, 9 de los cuales tienen discapacidad, y 5 adultos en un espacio de recreación y encuentro donde el arte se trabaja desde la forma más ritual.
Las actividades comienzan en abril y se extienden hasta febrero, en el mes de marzo Alquimia descansa. Durante los meses de verano los talleres se dan con todos los grupos juntos, sin condición de estética, ‘’cada uno hace lo que quiere que hacer’’.
Una murga de ensueño
Viendo al arte como la búsqueda de lo humano y la autoexperiementación, Tato dice haber sido desde chico muy servicial, ‘’a mí me gusta ayudar, darle para adelante al otro, fortalecerlo y mostrarle que no importa la apariencia o la condición, todos podemos y nadie nos puede achicar’’. En un ambiente de inclusión donde todos se reconocen como diferentes se lleva el arte a un lugar donde está permitido equivocarse y opinar.
En busca de la inserción social de jóvenes discapacitados y su lucha por los derechos es como en 2016 nace en el taller de teatro Ensueño , una murga con jóvenes y adultos discapacitados de entre 15 y 35 años. La primer gira del espectáculo comenzó este año en el Cantegril Country Club, siguió en el Teatro Ramón Collazo (Montevideo) y finalizó en el Teatro Sociedad Unión, enmarcada en los festejos por la semana de las personas con discapacidad a nivel mundial que comienza todos los años el 8 de diciembre.
En una ciudad con una enorme cultura carnavalesca, el espectáculo muestra el sueño de los jóvenes de llegar a un tablado. El proceso, el ida y vuelta entre realidad y sueño, los miedos y las inquietudes, todo eso refleja la murga y hace su retirada con la realización de ese sueño concretado. ‘’Cada ensayo era una fiesta’’ dice Tato recordando esos encuentros de dos veces por semana, uno siempre con un murguista local presente.
La murgas murgas La Clave y Los fantasmas se divierten contribuyeron a conformar un espectáculo que quiso cambiar el mensaje del carnaval, contribuir socialmente sin el chiste fácil, sin dicriminación ni machismo y mostrando los derechos de las personas con discapacidad. ‘’Cuando los ven actuar piensan mira como pueden hacerlo y ahí la gente entiende que somos todos iguales. Sin el objetivo de competir o ganar usamos el arte en su forma más pura, como el arte popular’’ explica Tato como director de la murga, ‘’apuntamos a la crítica, pero no la crítica a la suba de la nafta, sino a sensibilizar desde lo más humano, de mostrar que podemos ayudar desde lo más mínimo y que la discapacidad no es ajena a ninguno de nosotros’’.
Pequeña gran murga
Ensueño no es la única murga de Alquimia, desde este año existe también En busqueda del tesoro perdido, una murga compuesta por 24 niños de entre 5 y 15 años que estrenó su espectáculo el pasado 17 de diciembre en el Teatro Sociedad Unión.
‘’No es solo una murga de niños o una clase de teatro, acá se trabajan muchos valores’’ dice Facundo, profesor de guitarra del centro e integrante de la murga, ‘’acá siempre hay buena onda, se abre la cabeza y eso está permitido.’’
‘’Con toda la plata que se gasta en carnaval creo que toda murga debería tener la obligación de tener una murga de niños, un semillero’’ opina Tato, murguero desde los 5 años y director de este grupo. ‘’Esta murga nos ha ayudado a sensibilizarnos y no olvidarnos del niño que llevamos dentro.’’
Pensando en nuevos proyectos Alquimia se prepara para estrenar su documental el año próximo, con entrevistas realizadas a personas en la vía pública, a integrantes del centro y artistas locales buscan difundir los derechos de las personas con discapacidad.
Según Tato el compromiso es lo único que se le pide a quienes participen del espacio, ‘’la continuidad es importante, hace que se generen tensiones naturales en el grupo, cuando por ejemplo alguien falta a un ensayo, esas cosas están buenas porque sirven para aprender sobre el valor de la palabra’’.
En Alquimia se busca la eliminación de tabues y mitos sobre el arte y la discapacidad, trabajando siempre de forma horizontal, ‘’se tiene que terminar ese mito de que del arte no se puede vivir, si se puede, yo lo hago y si yo pude cualquiera puede’’.
Texto: Analía Pereira Foto: Lorena Márquez