Tarzán a la medida de Gardeleando

DEL SR. JORGE CÉSPEDES

Con los años se va marcando una huella particular en las Vacaciones de Julio ya que, en esa oportunidad, el Grupo Gardeleando realiza su temporada invernal poniendo en escena espectáculos que en cada ocasión resultan atractivos, creativos, y quizá sin proponérselo, removedores.

Entre el jueves 3 y el domingo 6 de Julio, en las cómodas instalaciones del Cine Teatro Cantegril se llevó a escena, por parte del mencionado grupo, una versión adaptada para teatro  musical (Music Hall al decir de los ingleses) de la muy conocida novela clásica “Tarzán de los Monos”. Esta novela, escrita por el estadounidense Edgar Rice Burroughs que, publicada como tal en 1914, es decir que al presente es una obra centenaria, creó uno de los personajes de  ficción de mayor éxito hasta nuestros días. La versión llevada a escena por Gardeleando se  desarrolla sobre el eje temático principal de la novela (el niño huérfano criado en la selva africana por una manada de gorilas) con un libreto abierto a innovaciones, flexible, con tonos de humor que lo aproximan por momentos a la comedia, juvenil y dinámico como lo exige el  buen criterio en un musical de este tipo. La selección musical es abiertamente ecléctica sin más denominador común que lograr el apoyo sonoro adecuado para enmarcar cada escena en el lugar emocional que esta despierta en el espectador.

Así se suceden temas de la música disco de los 80 (Gloria), ritmos de marcado acento caribeño con su sensualidad desbordante e incluso el tema principal de la serie de humor británica Benny Hill, insertado correctamente en una escena con tinte de sainete rápido de movimientos y de gran plasticidad. La obra se desarrolla entre cuadros de baile con coreografía bien lograda, canciones, escenas de teatro de contenido dramático en unos casos y de comedia en otros, y hasta algún cuadro circense, trapecio de por medio, que logra sacar del escenario horizontal a los actores principales, para darles vuelo hacia la platea cambiando el punto de observación del espectador, despertando sorpresa y generando un ambiente etéreo, sutil, grácil y de aureola romántica. La sucesión de las distintas escenas y las coreografías logra hacerse con solvencia, lo que seguramente es el resultado de ensayos reiterados y meticulosos como lo requiere siempre un contingente numeroso de actores-bailarines-cantantes que deben ensamblar con prolijidad sus respectivos papeles. La puesta en escena logra algunos puntos dignos de destacar por su especial relevancia en el conjunto. Así, por ejemplo, el momento particular en que, mediante la comunión de las manos, Tarzán reconoce en Jane a otro integrante de su especie adquiere un encanto sublime, al igual que la danza acrobática en el trapecio que permite imaginar el encantado vuelo de los amantes en la noche sideral. En ambos casos la ausencia de iluminación sobre el escenario y solo un haz de luz enfocado a los actores hubiera generado un efecto más intimista y una mayor carga emocional en las respectivas escenas. Hay otros dos cuadros que deben tenerse presentes; en uno de ellos, que podemos identificar bajo la denominación “¿Quién es? “hay una construcción antropológica que resulta ajustada para explicar un mundo de ausencias que rodea a Tarzán en la selva, ausencias que son parte del ambiente en el que él se encuentra y que en realidad son presencias en el mundo civilizado al que pertenece por su condición de hombre pero del cuál no forma parte. Finalmente la escena de Clayton, el cazador, nos revela descarnadamente dos de las conductas más viles que pueden encontrarse únicamente en la especie humana, la codicia y la traición, ambas ausentes en cualquier otro animal.

La flexibilidad del libreto deja espacio para un monólogo con marcado acento de improvisación, por parte de un joven actor que logra, con comodidad, una interacción

picaresca con el público de la platea dejando emerger un histrionismo natural y desenfadado.

La escenografía del espectáculo de tenor minimalista, se enriquecía de momentos con la necesidad de adecuarla a los cuadros teatrales adaptándose en forma satisfactoria a éstas emergencias. El vestuario de los numerosos participantes lucía sobrio, ajustado a las exigencias de carácter animalista que imponía el libreto a muchos de ellos; en los protagonistas principales la recreación de época fue acertada, prolija y galante. La dirección general de Mariana Mastrangelo, responsable también de la adaptación de la novela original al musical, llevada adelante con riguroso profesionalismo, logró ensamblar los distintos cuadros con la flexibilidad y la coordinación necesarias para permitir un espectáculo fluido y dinámico, superando con creces las dificultades que surgen cuando deben articularse sobre el escenario distintas expresiones creativas con multiplicidad de participantes. Como lo hemos sostenido en otras oportunidades, una verdadera profesional, con gran capacidad creativa y de trabajo, que no ha recibido en el medio el reconocimiento que su trayectoria y antecedentes sobradamente le otorgan.

Debe destacarse también la labor siempre presente del “ Taller de Padres” , que lleva adelante con esfuerzo y compromiso generosos un conjunto de actividades de apoyo en vestuario, escenario y logística imprescindibles para el buen desarrollo del espectáculo.

En suma, un espectáculo recomendable, creativo, profesional aunque llevado adelante por casi una treintena de adolescentes y jóvenes amauters que entregan toda su vitalidad y frescura durante dos horas para deleite y regocijo de los espectadores que, a sala llena, agradecen con su aplauso un momento de distensión que permite fracturar el peso de la rutina cotidiana.

 

Jorge A. Céspedes

CI: 3380243-7